miércoles, 30 de noviembre de 2011

Rayos de sol


Rayos de sol atraviesan la habitación invitándome a seguir soñando. Despierta. 
Las notas de la guitarra hacen que el corazón se vaya despertando aún más de lo que estaba y cada vez que esas notas bailan por mis pestañas consiguen ponerme  la carne de gallina. 
Abro los ojos y entre veo los rayos de sol intentando atravesar las sábanas sin poder conseguirlo, mientras la música ya lo ha hecho del todo. Es la solución para todos. Todos los sentimientos concentrados en unas notas. Con el único propósito de moverte por las líneas de un  pentagrama mientras sorteas los silencios incómodos y esperas ansiosa a la siguiente nota. Y es que siempre esperamos. Siempre estamos ansiosos de más y más. 
Y por una vez, estoy ansiosa hasta de volver a ver correr al frío si fuera necesario.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Controlar lo incontrolable


Oscuro otoño sobre mi piel.
Pequeños suspiros de mis pestañas haciendo volar mi imaginación. Imaginación que de vez en cuando decide tener cuatro días perdidamente enamorada del recuerdo. De la revivencia del pasado. Dos partes incompresiblemente unidas en un último aliento.
No es un intento de reescribir mi pasado sino de tener un futuro con esos momentos, pero con ligeros cambios. Un final diferente, un momento que dure más. Un intento vano de creer que tengo el control suficiente para elegir de principio a fin mis acciones. Sabiendo lo que conseguiré con cada decisión. Pudiendo ver el final de cada camino y sus consecuencias. Controlando lo incontrolable.
Al final, ese último aliento se desvanece dejando como rastro pequeñas notas cuya brisa me araña el pelo.
Brisa que me recuerda que estoy aquí y ahora. El pasado se va quedando atrás mientras camino. Eso sí, sin separarse de mí.
Y es entonces, tras poner el punto final a esos cuatro días de enamoramiento fugaz, cuando me doy cuenta que yo misma soy mi propio descontrol.   Y aunque quiera controlarme, dejarse llevar suena demasiado bien.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Sin vuelta atrás



Te lo digo a ti, que ahora lees estas líneas robadas. Y te lo digo a tu «yo» de ahora, no el que serás cuando vuelvas a leerlas intentando comprender hasta el mínimo detalle de mis ideas enlazadas y revueltas con el fin de  ver mi alma.  Intentando despedazarme para creer así conocerme. Los dos sabemos que esto es un borrador, sin vuelta atrás, de palabras que llegarán a tu mente si es que alguna vez te encuentras con ellas. No  soy de esas que den las cosas hechas, ni mucho menos. Por lo que tu intento de leer entre líneas sería acertado si no creyeras que vas a ver tu nombre escrito a gritos, eso si es que las palabras escritas tienen ese poder, que yo creo que sí. Podría debatir sobre ello ahora pero no estoy  para teorías absurdas. O sí, de cierta manera he venido a que mis palabras me salven de mí misma.  Esto no es una invitación al perdón de aquellas acciones de las que en ciertos días he  osado arrepentirme. En realidad, es un intento de conseguir sacar aquello que de otra forma se quedaría dentro de mí, al acecho, intentando que yo algún día lo dejara salir.

 Y soy así. Ese es  el problema para algunos.  Soy mi propio camino, el único viento favorable, la única tormenta que me impide el paso. Soy mi dolor y mi felicidad corriendo por mis venas. Soy oscuridad en pleno ocaso. Confianza y desconfianza bailando el último vals. Soy mis barreras, quién decide qué vivir y quién debe vivir en mí. Soy mi propio destino y aunque no me guste reconocerlo, a veces, solo a veces, me abandono a la suerte por eso de que dejarse llevar suena demasiado bien.
No creas que tengo todo controlado aunque me gustaría. Yo misma soy descontrol puro. Soy la que se mueve por impulsos dejándose llevar por la vida en cada segundo. Una vida. No tengo pensado contar los minutos disponibles que me quedan para conseguir todo lo que me propongo porque sería estresante y sobre todo una pérdida de tiempo. Porque todo lo que tenemos es tiempo. Tiempo para gastar como nosotros queramos. Utilizando nuestra libertad para comernos el mundo o para mirar como el resto se lo come. Ganas de vivir, de seguir evolucionando. De respirar porque quiero no porque lo necesito. Absorbiendo todos los olores que tanto significan para mí, que me hacen tener la capacidad de poder vivir en los recuerdos si es que algún día decido que necesito un respiro mientras sigo corriendo. No pienses que no voy a  dejar de correr por no pararme a disfrutar de cada mínimo detalle porque te recuerdo que mi fuerza sale de ahí.
Puede parecer que soy una optimista sin remedio. Regaladora de sonrisas y palabras gratuitas. Y de momento creo que eso no se aleja mucho de la realidad. Puedes ver tu camino negro e incluso estar a gusto en él. No lo niego yo también he estado en esta situación. No intentar arriesgarte, acomodándote a la seguridad. Pero recuerda que los minutos se van descontando y que la vida no es para posicionarte en el medio sino para probar los diferentes caminos, innovando, imaginando e intentando cambiar. No hablo de utopías. No te propongo que cambies el mundo sino que te reinventes y por favor, que tu camino no sea un proceso en el que la creatividad, imaginación y las ganas de soñar con las que naces se vayan desgastando hasta quedarte incluso sin saber qué son esas palabras.

Sabes cómo me gustaría definirme como esas  pequeñas notas improvisadas y soñadoras  que impregnan tu piel hasta convertirse en parte de ti, de las que no te puedas separar nunca más. Teniendo en ti ese efecto placentero que te haga sonreír, gritar, soñar, correr, amar, crear, pensar, reflexionar, bailar… Que te hagan VIVIR.

No sé como lo hago, pero siempre acabo mezclando la «brevedad» de mis sueños  con la inmortalidad de las palabras, porque sí he conseguido que llamémoslo «algo» te recorra por dentro es que sí, que mis palabras tienen poder.