Oscuro otoño sobre mi
piel.
Pequeños suspiros de mis
pestañas haciendo volar mi imaginación. Imaginación que de vez en cuando decide
tener cuatro días perdidamente enamorada del recuerdo. De la revivencia del
pasado. Dos partes incompresiblemente unidas en un último aliento.
No es un intento de
reescribir mi pasado sino de tener un futuro con esos momentos, pero con
ligeros cambios. Un final diferente, un momento que dure más. Un intento vano
de creer que tengo el control suficiente para elegir de principio a fin mis
acciones. Sabiendo lo que conseguiré con cada decisión. Pudiendo ver el final
de cada camino y sus consecuencias. Controlando lo incontrolable.
Al final, ese último
aliento se desvanece dejando como rastro pequeñas notas cuya brisa me araña el
pelo.
Brisa que me recuerda que
estoy aquí y ahora. El pasado se va quedando atrás mientras camino. Eso sí, sin
separarse de mí.
Y es entonces, tras poner
el punto final a esos cuatro días de enamoramiento fugaz, cuando me doy cuenta
que yo misma soy mi propio descontrol. Y aunque quiera controlarme, dejarse llevar
suena demasiado bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario