jueves, 27 de enero de 2011

Correr


Corre deprisa porque cree que la vida le pilla y no está preparado, porque cree que ya no le quedan suspiros. Corre sin parar, porque parar significaría morir. Corre sin tiempo, porque ya perdió demasiado esperando, sentado a que algo pasara. Corre sin miedo porque lo peor que le podría pasar es que perdiera el rumbo, y corre para que esto no ocurra en su tiempo. Corre a la velocidad máxima permitida, sintiendo los baches directamente en el pecho. Corre sintiendo el viento en la cara, sin detenerse a ver el paisaje, aunque estudiándolo en su paso. Corre sabiendo que ya no volverá a pisar este asfalto, esperando quizá una carretera en obras que le permita descansar. Corre sin saber cuánto hay de estrada. Corre sin tiempo a lamentarse por las piedras que ha ido pisando. Corre porque queda poco, porque siempre queda poco y aún hay toda la vida.
Sé que en demasiadas ocasiones quiero volar cuando por defecto me tocaría andar. Pero  no soy como los demás. Las ganas de vivir y de conseguir todo lo que me propongo son todo.

Tokio blues

"-¿Crees que no te quisieron demasiado?

-Yo diría que entre un "no lo suficiente" y un "nada de nada". Siempre estuve hambrienta. Aunque sólo hubiera sido una vez, hubiera querido recibir amor a raudales. Hasta hartarme. Hasta poder decir: "Ya basta, estoy llena. No puedo más". Me hubiera conformado con una vez. Así que pensé lo siguiente: "Conoceré a alguien que me quiera con toda su alma los trescientos sesenta y cinco días del año". Estaba en quinto o sexto de primaria cuando lo decidí."


miércoles, 26 de enero de 2011

Just that

    No debería hablar tanto de mí, ni contar ese tipo de cosas que cuento entrelíneas. La suerte o la desgracia que tengo es que apenas las entendéis de la manera que lo explico y os apropiáis de mis letras, hacéis que cuente otra historia, la vuestra. No debería explicar mi inmensa debilidad a la hora de hablar de mí. Soy algo así como una balanza que nunca se equilibra, de esas con dos extremos, cada uno de ellos dicta mis días. Dicta cómo me expresaré la próxima vez que abra la boca. Supongo que hablar de mí así es dar munición a los enemigos. Pero nunca se tiene suficiente. Soy un lío. Soy algo así como lo que yo nunca recomendaría. Pero ya está, este año no voy a decir más, es suficiente, es demasiado. Ya no quiero ir en contra del tiempo. Que sean bienvenidas esos dieciocho otoños, que sea ahora cuando sepa disfrutar de mi vida.


Y, lo vuelvo a decir, si crecer significa aprender a despedirse...,a mí, aún me queda una vida.

Escuchar.

 (…) Nada de eso. Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar.Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en la que sabía escuchar Momo era única. 
Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja e indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo. ¡Así sabía escuchar Momo!
Y así sabes escuchar tú. Y no culpo que de vez en cuando parezca un torbellino de ideas, mal ordenadas y sin saber en realidad lo que quiero decir, ni si quiera lo que pienso. Pero tú sin saber cómo, ordenas mi cabeza, me das la serenidad que buscaba, la tranquilidad, la paciencia, la estabilidad para pensar, hablar y decirte todo lo que pienso aunque sea algo realmente estúpido como que no ser mirar hacia delante sin que estés tú.

Gracias por estar en mi vida durante estos dieciocho intensos años.

martes, 25 de enero de 2011

El tiempo

Con tan sólo doce años me regalaron un libro que a penas pudo comprender en su totalidad. Ahora puedo comprender lo que intentaron explicarme con cada capítulo:
Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa en ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esa cosa es el tiempo.
Desde que tengo uso de razón o por lo menos desde que tengo recuerdo de ello he odiado perder el tiempo. Me frustra, me da rabia, me hace sentir aún más pequeña. Pero hace poco me dado cuenta de que yo, en muchísimas ocasiones,demasiadas diría alguien, he echo perder el tiempo a las personas que quiero. Aquellas que desearía que disfrutaran y exprimieran cada segundo. Porque sí, he pecado en innumerables ocasiones de querer correr más rápido que el tiempo, de querer ver lo que un anciano aún no ha tenido tiempo de ver.
 Sí, la verdad, es que he querido ser en mis sueños más profundos como una mariposa de Vietnam. Veinticuatro horas, un día, para vivir. No es que quiera un único día para tener todo. No quiero un día, quiero toda una vida, una larga vida. Pero, lo siento, en ciertos momentos, mis deseos de ser una preciosa mariposa de Vietnam aparecen en mi cabeza y me da por volar.