Y no sabes cómo pero
vuelves. Deshaces tus pasos o mejor dicho, intentas pisar por donde lo habías
hecho. Intentando que tus huellas se confundan en una.
Intentas por todos los
medios recordar el olor, el sabor, la fuerza del viento, el sonido de fondo de
ese momento y con el tiempo siempre acaba faltando algo. Como si los detalles
se fueran desvaneciendo sin que pudieras hacer algo. Y decides anotarlo.
Pasas horas anotando cada detalle para poder recordar todo con la claridad
con la que lo viviste. Entonces viene el tiempo. Pasa sin que te des cuenta.
Dejando atrás el dolor y, cuando quieres volver a vivirlo, te das cuenta que
falta algo. E intentas buscarlo en tu cabeza. Una y otra vez. Lo que en realidad necesitas es que algún que otro detalle más se
te escape de las manos para darte cuenta de que igual no es la memoria lo que
necesitas sino la otra parte de la ecuación para conseguir revivir una historia
y escribir otra nueva.
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